Examen
del abdomen
Debe efectuarse con una iluminación adecuada y
exponiendo el abdomen en forma amplia de modo de efectuar una buena
observación, desde la parte baja del tórax hasta las regiones inguinales, pero
sin exponer los genitales externos para respetar el pudor del paciente. Este
debe estar en decúbito supino y es necesario que relaje al máximo su
musculatura abdominal. Para esto conviene que tenga sus brazos a los lados o
sobre el pecho, pero en ningún caso hacia arriba; la cabeza sobre una almohada
y, eventualmente, las piernas semiflectadas con una almohada bajo las rodillas.
El examen habitualmente se efectúa desde el lado derecho, pero conviene tener
destrezas para examinar desde ambos lados.
No hay que olvidar de examinar las regiones inguinales
(p.ej.: una pequeña hernia crural puede ser la explicación de una obstrucción
intestinal).
En tiempos fríos, es necesario cuidar que las manos y
el estetoscopio estén templados de modo que el paciente no tenga sobresaltos.
Puede ser necesario lavarse las manos con agua caliente, frotárselas, o
comenzar el examen palpando sobre la camisa del paciente hasta sentir las manos
más tibias y entonces descubrir el abdomen. En personas que sufren de
cosquillas conviene mover las manos lentamente, evitando movimientos bruscos e
inesperados; al principio el examinador podría colocar su mano sobre la del
paciente y comenzar a examinar de esta forma, y después de unos instantes pasar
al examen directo.
Las zonas en las cuales puede haber dolor conviene
examinarlas al final.
Inspección.
Interesa ver la forma del abdomen, si existen zonas
solevantadas bajo las cuales pueda haber un proceso expansivo, los movimientos
respiratorios, si existen cicatrices o hernias. También puede ser importante
fijarse en la presencia de manchas o lesiones de la piel, en la distribución
del vello, o si existe circulación colateral anormal.
Los movimientos respiratorios se aprecian en la parte
alta del abdomen. Lo normal es que con la inspiración se produzca un
abombamiento de esta zona debido al descenso del diafragma que presiona y
empuja las vísceras. En casos de insuficiencia respiratoria o parálisis
diafragmática, en vez de un abombamiento puede ocurrir una depresión si el
diafragma es arrastrado hacia arriba por la presión negativa que se genera
dentro del tórax (respiración paradojal). En la parte alta del abdomen
se puede observar, especialmente en personas delgada, un latido transmitido
desde la aorta descendente.
En ocasiones se ven unas estrías de distensión que
corresponden a rotura de fibras elásticas de la piel. Se encuentran en los
flancos y partes bajas del abdomen. Son de color blanco y ocurren en mujeres
que han tenido embarazos y en obesos que han bajado de peso. Cuando tienen una
coloración púrpura se asocian a un exceso de glucocorticoides (p.ej.: síndrome
de Cushing).
En hemorragias peritoneales puede aparecer en la
región periumbilical una coloración azulada que constituye el signo de
Cullen (p.ej.: en embarazo tubario roto). En pancreatitis aguda necrohemorrágicas,
con sangramiento hacia el retroperitoneo, puede aparecer una coloración azulada
en las regiones lumbares (signo de Grey Turner).
En personas muy delgadas es posible ver movimientos
peristálticos de asas intestinales. Esto es más evidente cuando existe una
obstrucción intestinal aguda que se asocia a distensión del intestino y aumento
del peristaltismo.
El ombligo normalmente es umbilicado o plano. Cuando
existe ascitis se puede ver evertido (protruye hacia afuera). Una onfalitis es
una inflamación del ombligo que se manifiesta por enrojecimiento y secreción.
La distribución del vello pubiano es diferente en el
hombre que en la mujer. En el primero tiene una distribución romboidal,
llegando hasta el ombligo. En la mujer es de tipo triangular, sin vello hacia
el obligo. Esta distribución se altera cuando existen cuadros feminizantes en
el hombre o virilizantes en la mujer asociados a cambios hormonales.
Si existen hernias (umbilical, inguinal, crural), se
hacen más evidentes cuando la persona puja. Una eventración es
la protrusión de tejidos intraabdominales a través de zonas débiles de la
musculatura abdominal en cicatrices quirúrgicas, pero contenidas por la piel.
Originan las hernias incisionales. En una evisceración ocurre
una salida de asas intestinales fuera del abdomen por dehiscencia de la sutura
de una laparotomía o a través de una herida traumática.
A nivel de la línea media del abdomen, por encima del
ombligo, puede ocurrir un abombamiento en relación a maniobras de Valsalva
(aumento de la presión intraabdominal) por separación de los músculos rectos (diástasis
de rectos) y no tiene mayor importancia. En otros casos, puede existir un
pequeño defecto o solución de continuidad de los planos más profundos de la
pared, en dónde se puede presentar una hernia de la línea alba (olínea
blanca).
Algunas masas ubicadas en la pared abdominal se
podrían hacer más notorias al solicitar al paciente que ponga la musculatura
del abdomen tensa (p.ej.: levantando la cabeza y hombros o intentando sentarse).
Algunas cicatrices quirúrgicas que se pueden encontrar
son las siguientes:
·
de McBurney: es una incisión en el cuadrante inferior derecho,
paralela a las fibras musculares del músculo oblicuo externo a unos 3 cm de la
espina ilíaca anterosuperior, que se usa en apendicectomías. Ocasionalmente,
especialmente en apendicitis de difícil diagnóstico o complicadas con
peritonitis, se usa una incisión paramediana derecha infraumbilidal,
que permite un mayor campo operatorio.
·
de Kocher: es una incisión subcostal derecha, paralela al
reborde costal, y que se usa para colecistectomías. Para esta operación también
se usa una incisión paramediana derecha supraumbilical. Actualmente
la mayoría de las colecistectomías se efectúan mediante laparoscopía y las
incisiones que se encuentran son pequeñas (en reborde del ombligo y una o dos
en cuadrante superior derecho).
·
Incisión mediana supraumbilical (usada para operaciones
del estómago y otras estructuras del hemiabdomen superior).
·
de Pfannenstiel: es una incisión arqueada por encima de la
sínfisis pubiana en el sentido del pliegue suprapúbico, que se usa para
efectuar cesáreas u operaciones ginecológicas como histerectomías. Antes era
frecuente que se hiciera una incisión mediana infraumbulical.
Las circulaciones venosas colaterales anormales que se
pueden observar son del siguiente tipo:
·
Porto-cava: se observa cuando está aumentada la
circulación venosa por las venas periumbilicales, debido a una obstrucción de
la vena porta, tal como ocurre en pacientes con cirrosis hepática avanzada. Las
venas irradian desde ombligo hacia la periferia y el flujo venoso sigue el
mismo sentido. Da lugar a la llamada "cabeza de medusa".
·
Cava-cava: es una circulación venosa colateral que
se ve cuando existe una obstrucción de la vena cava inferior; las venas se
desarrollan en las regiones laterales del abdomen y la sangre fluye en sentido
ascendente.
La dirección del flujo de una vena se
aprecia apoyando los dedos índices de cada mano sobre un segmento de la vena,
en un trayecto que no reciba tributarias colaterales. Estando los dedos juntos
y aplicando un poco de presión, se separan de modo de exprimir toda la sangre
del interior del segmento. Luego se levanta uno de los dedos y se ve la rapidez
con la que la vena vuelve a llenarse de sangre: si ocurre inmediatamente, la
sangre fluye en ese sentido; si la vena permanece un tiempo colapsada, quiere
decir que el dedo que todavía la comprime impide el flujo. Se repite la
maniobra levantando uno u otro dedo hasta estar seguro de la dirección de la
sangre.
La forma del abdomen puede ser
diferente. Esto depende de la edad, de la relación entre el peso y la talla, de
la constitución del cuerpo, de lo atleta o sedentaria que sea la persona y de
alteraciones que puedan existir: tumores, ascitis, meteorismo (gas aumentado en
el intestino). Normalmente tiene una forma redondeada o plana. En personas
delgadas y en decúbito dorsal se aprecia un abdomen excavado (escafoide o cóncavo).
Si se aprecia abultado se habla de un abdomen globuloso o prominente.
Cuando en decúbito supino el abdomen impresiona que se "rebalsa"
hacia los lados se le llama en alforjas; si estando de pie, se
aprecia un gran pliegue que cuelga del hemiabdomen inferior se llama en
delantal.
La presencia de tumores o masas es otra importante
observación. El aumento de volumen por un útero grávido es una situaciones bien
conocida. La característica principal es el crecimiento desde el hipogastrio
hacia arriba, con una convexidad superior. Algo parecido ocurre con una vejiga
distendida que no puede vaciarse (globo vesical). Una gran
esplenomegalia podrá dar un abultamiento en el cuadrante superior izquierdo;
una hepatomegalia, en el cuadrante superior derecho. Con frecuencia, para
detectar estos abultamientos es necesario fijarse bien, contar con una
iluminación algo tangencial para que las curvaturas en la superficie del
abdomen se dibujen mejor, y solicitar al paciente que respire profundo, de modo
que al bajar el diafragma las vísceras protruyan.
Auscultación.
Lo que se trata de auscultar son ruidos que derivan de
la movilidad del intestino y posibles soplos vasculares. Se efectúa antes de la
percusión y la palpación ya que éstas pueden alterar los ruidos
intestinales o ruidos hidroaéreos. La auscultación debe
ser metódica y cubrir los distintos cuadrantes del abdomen.
Mediante la práctica, es necesario familiarizarse con
las características de los ruidos normales para poder distinguir cuándo están
aumentados y cuándo disminuidos. Como todos los sonidos, se puede distinguir
frecuencia, intensidad, tono y timbre. Lo normal es escuchar como clics o
gorgoteos regulares, entre 5 a 35 por minuto. Cuando el gorgoteo es prolongado
y de tono bajo se habla de borborigmo ("gruñidos
gástricos"). En las diarreas los ruidos intestinales o hidroaéreos están
aumentados en frecuencia e intensidad.
Cuando el estómago está distendido con líquido porque
existe una obstrucción a nivel del píloro o un poco más abajo (síndrome
pilórico), o porque se ingirió una gran cantidad de líquido en las horas
anteriores, al sacudir al paciente se puede auscultar en la región epigástrica
un bazuqueo gástricoque son ruidos de tono alto semejantes a los
que se escuchan al agitar un tonel parcialmente lleno de líquido.
Cuando existe una parálisis intestinal (íleo
paralítico), desaparece el peristaltismo y con ellos, los ruidos
intestinales, y se escucha un silencio abdominal. Para concluir que
los ruidos intestinales están ausentes, se debe auscultar unos 3 a 5 minutos.
Las asas intestinales se distienden con líquido y aire; si al paciente se le
sacude, se auscultan ruidos de sucusión, semejantes al bazuqueo gástrico.
Habitualmente se escuchan en todo el abdomen.
En un íleo mecánico, por obstrucción
intestinal, los ruidos están aumentados junto con la mayor actividad
peristáltica. Se escuchan ruidos de tono alto y en secuencias que aumentan
junto con el incremento del dolor de carácter cólico.
Otros ruidos que se pueden auscultar son soplos por
flujos turbulentos dentro de las arterias: aorta (en línea media,
supraumbilical), renales (paramediano supraumbilical, a cada lado), ilíacas
(paramediano infraumbilical, a cada lado), femorales (en las regiones
inguinales). Pudieran escucharse mejor con la campana del estetoscopio. En todo
enfermo hipertenso se deben buscar soplos que deriven de la estenosis de alguna
de las arterias renales; se ausculta en el epigastrio, hacia lateral, y en los
ángulos costovertebrales. El escuchar un soplo que ocurre durante la sístole
solamente en la proyección de la aorta descendente, las ilíacas o las
femorales, no implica necesariamente que exista una estenosis de la arteria; es
más específico si el soplo se escucha en la sístole y la diástole.
En mujeres embarazadas se pueden auscultar los latidos
cardíacos fetales a partir de las 16 a 18 semanas. Se escuchan mejor
con una corneta especial que usan los obstetras y matronas.
Percusión.
Normalmente al percutir el abdomen se escuchan ruidos
sonoros que reflejan el contenido de aire en el tubo digestivo.
Frente a un abdomen distendido, la percusión puede
ayudar a diferenciar si la distensión es por acumulación de gas (meteorismo),
líquido en el peritoneo (ascitis), o un aumento de volumen anormal
(tumor, globo vesical, útero miomatoso, etc.).
Si el problema es acumulación de gas, se escucha una
hipersonoridad o un timpanismo.
Si se trata de ascitis, al percutir el
abdomen estando el paciente está decúbito supino, se delimita un área central
de sonoridad normal, rodeada por una zona periférica en los flancos e hipogastrio
de sonoridad mate, con una concavidad superior a nivel del hipogastrio. Como el
líquido de la ascitis se desplaza con los cambios de posición, se percute
también el abdomen poniendo al paciente primero en un decúbito semilateral y
luego en el otro. El líquido se desplaza hacia el nivel más bajo. Con la
percusión se delimita el cambio entre el sonido claro y el sonido mate que
ocurre en los flancos. Se deja una marca con un lápiz, que se pueda borrar. Al
mirar las marcas que se efectuaron en los flancos en cada decúbito, se puede
encontrar unamatidez desplazable, que si es de más de 4 cm, sugiere la
presencia de ascitis. En un cuadro de íleo paralítico, en que se acumula
líquido en las asas intestinales, también se puede encontrar matidez
desplazable. En este caso, se deben considerar otros aspectos clínicos para
hacer un diagnóstico diferencial.
Un signo que se ha usado para identificar si un
paciente tiene ascitis es el signo de la ola que consiste en
dar unos golpes en un hemiabdomen y ver si se reflejan ondas hacia el otro
hemiabdomen (tal como ocurre al lanzar una piedra en una laguna quieta que
genera ondas que migran hacia la periferia). Para evitar que las ondas que se
propagan se deban a un efecto del tejido adiposo de la pared abdominal, se coloca
una mano de canto en la línea media del abdomen. No es un signo confiable ya
que tiene falsos positivos y falsos negativos.
Si el problema es un útero aumentado de volumen o una
vejiga distendida (globo vesical), se encuentra una matidez en el
hipogastrio que tiene una convexidad de sonoridad clara superior.
En el epigastrio y la parte medial del hipocondrio
izquierdo se encuentra habitualmente una zona de mayor sonoridad que
corresponde a aire contenido en el estómago. Esto se acentúa después de ingerir
una bebida gaseosa, en que se percute timpanismo por la distensión del
estómago.
En el examen del hígado, la percusión se utiliza para
precisar el límite superior, por la cara anterior: se percute desde el 3er
espacio intercostal a nivel de la línea medioclavicular y se va descendiendo;
el nivel en que el sonido para de claro a mate corresponde al hígado.
Habitualmente se ubica en el 5º a 7º espacio intercostal.
Debe recordarse que
este nivel puede cambiar según el paciente esté en inspiración o en espiración.
Para delimitar el borde inferior del hígado se utiliza predominantemente la
palpación, aunque también se puede usar la percusión. En este caso, se comienza
percutiendo más abajo del reborde costal y se va subiendo por la línea
medioclavicular hasta encontrar el nivel de transición entre un ruido sonoro y uno
mate. Si se ha efectuado una marca entre el límite superior e inferior del
hígado, se tiene la proyección hepática que normalmente es de
6 cm a 12 cm. Valores mayores a 12 cm sugieren una hepatomegalia.
Ocasionalmente no se encuentra la matidez hepática por la interposición de una
asa del colon entre el hígado y la pared torácica o porque existe un
neumoperitoneo (p.ej.: úlcera duodenal perforada). Al delimitar el borde
inferior del hígado con la percusión, se facilita la palpación posterior. Con
la inspiración profunda, el hígado baja unos 2 a 4 cm. Estos cambios de la
posición del hígado con la respiración deben ser considerados al estudiar la proyección
hepática de modo de hacer la medición ya sea en inspiración o en
espiración.
El bazo también se explora mediante la percusión. Se
encuentra en una posición oblicua a nivel subcostal en el hemitórax izquierdo,
por detrás de la línea medioaxilar. Se percute estando el paciente en decúbito
supino tratando de encontrar una pequeña área de matidez esplénica que puede
estar entre la 6ª y la 10ª costilla, y que en condiciones normales no sobrepasa
la línea axilar media. Si la matidez se extiende más allá de la línea axilar
anterior, existiría esplenomegalia. Posteriormente el examen debe
complementarse con la palpación del polo inferior del bazo.
Palpación.
Se comienza efectuando una palpación
superficial mediante la cual se buscan puntos dolorosos y se evalúa si
la pared abdominal es depresible. Cuando existe resistencia muscular, puede ser
voluntaria o involuntaria. En el primer caso puede deberse a tensión nerviosa,
temor a sentir dolor, frío o cosquillas. Es necesario tranquilizar al paciente
y solicitarle que se relaje. El examinador debe poner su antebrazo y mano en
posición horizontal, y los dedos van examinando ejerciendo una presión suave y
uniforme. Se recorre el abdomen en todos sus cuadrantes teniendo presente qué
se puede llegar a palpar en cada sector de acuerdo a la anatomía normal. Cuando
existe resistencia muscular involuntaria el abdomen se encuentra rígido, poco
depresible. La rigidez puede ser difusa (p.ej.: peritonitis generalizada) o
localizada (p.ej.: apendicitis aguda contenida). Algunos cuadros neurológicos
impiden al paciente relajar bien su abdomen (p.ej.: tétanos, demencia).
A continuación se efectúan una palpación
profunda mediante la cual se identifican con más detalles las
estructuras intraabdominales. Es frecuente que se pueda desencadenar una
molestia al presionar sobre el ciego, colon sigmoides, aorta, línea media bajo
el xifoides. Al repetir la palpación con cuidado es posible que la molestia no
se repita. La palpación profunda se puede efectuar con una o las dos manos. Al
usar ambas manos se coloca una sobre la otra, de modo que la de más arriba
ejerce la presión y la de abajo efectúa la palpación. En obesos esta técnica
puede resultar conveniente. Algunas personas prefieren palpar colocando una
mano al lado de la otra.
Al sentir una masa se debe precisar su localización,
tamaño, forma, consistencia, sensibilidad, pulsación, movilidad y movimientos
con la respiración. Ante la duda si la masa es de la pared o intraabdominal
se solicita al paciente levantar su cabeza y hombros con lo que contrae los
músculos abdominales: si es de la pared, sigue palpándose; si es profunda, se
vuelve más difícil de sentir.
Algunas masas crecen del hipogastrio hacia arriba:
vejiga distendida, tumor ovárico, útero miomatoso. También lo hace un útero
grávido. En estos casos se palpa una masa con una convexidad superior. Otras
masas tienen una localización diferente según procedan del apéndice, del colon,
ganglios retroperitoneales, aorta, páncreas, estómago, vesícula biliar, hígado,
bazo, riñones, etc. En cada caso se debe precisar cada una de los atributos que
se mencionaron más arriba.
Si existe dolor es necesario precisar su localización,
irradiación, maniobras que lo aumentan o lo disminuyen. Un examinador delicado
trata de provocar el menor dolor posible, sin perder información necesaria para
el diagnóstico. Aunque habitualmente se palpa con los dedos de la mano, algunos
dolores se localizan mejor con un sólo dedo.
Algunas afecciones tienden a doler con más frecuencia
en sitios específicos. Una apendicitis duele al presionar inmediatamente
lateral al punto medio de una línea imaginaria que se proyecta entre el ombligo
y la espina ilíaca anterosuperior. Una colecistitis aguda bajo el reborde
costal derecho, lateral al borde del músculo recto abdominal. Una
diverticulitis duele en el cuadrante inferior izquierdo.
Uno de los dolores más fuerte se deben a la irritación
del peritoneo. En estos casos puede bastar una suave presión o incluso la
sacudida que se produce al percutir para desencadenar dolor. Cuando el paciente
tose, también se desencadena dolor. En las peritonitis agudas se describe el signo
del rebote (signo de Blumberg) que consiste en un dolor que se
produce al retirar rápidamente del abdomen los dedos que examinan. Duele más al
retirar la presión que al ejercerla. Este signo se desencadena efectuando la
maniobra incluso alejado del sitio de mayor dolor.
Palpación del hígado.
Con la punta de los dedos de la mano derecha, estando
el examinado a la derecha del paciente, se va al encuentro del borde inferior
del hígado mientras el paciente efectúa una inspiración profunda por la boca.
Algunas personas prefieren hacer la misma maniobra pero con los dedos paralelos
al reborde costal y otros tratan de engancharlo orientando la mano desde el
tórax hacia el abdomen, y arqueando los dedos en el reborde costal. También
puede rendir solicitar al paciente que sostenga la respiración después de una
inspiración profunda. Otra maniobra que puede ayudar a tener un mejor
rendimiento es colocar la mano izquierda bajo la parrilla costal en la parte
más baja y presionar hacia arriba tratando de bascular el hígado. La alternativa
sería colocar la mano empuñada entre la pared costal y la superficie de la cama
formando una cuña. Por último, la información que se ha obtenido mediante la
percusión del borde inferior del hígado puede orientar la palpación.
Los dedos deben partir en búsqueda del borde hepático
alejados del reborde y al encontrarlo, deben dejar que la superficie del hígado
se deslice bajo ellos. La palpación se comienza en la línea medioclavicular y
se va repitiendo hacia el epigastrio o más allá si el lóbulo izquierdo está
hipertrofiado. Esto permite identificar las características del borde del
hígado y de su superficie, y la consistencia del tejido.
Es muy frecuente que el borde inferior del hígado no
se logre palpar. Si se palpa, debe ser firme, liso uniformemente y no doloroso.
En algunas enfermedades estas características cambian. En la cirrosis hepática
el borde es más cortante, la consistencia dura y la superficie podría
encontrarse nodular. En un tumor hepático, se puede encontrar un nódulo duro, y
es frecuente que se de en el contexto de un hígado cirrótico. Un hígado
congestivo por insuficiencia hepática es de borde romo, puede ser algo
sensible, y la consistencia firme. En una hepatitis aguda infecciosa el hígado
está algo crecido y puede ser sensible al palparlo. Ocasionalmente se palpa un
lóbulo derecho del hígado que desciende hasta al cresta ilíaca y que es una
variante anatómica sin mayor importancia (lóbulo de Riedel).
Vesícula biliar.
Normalmente no se palpa. Se localiza por debajo del
borde hepático, a la altura del borde lateral de músculo recto abdominal.
Cuando se inflama (colecistitis), al tratar de palparla se produce dolor
al presionar es ese sitio al final de una inspiración (signo de Murphy).
Podría palparse una masa de bordes poco precisos por confluencia de tejidos
vecinos como el epiplón (plastrón vesicular). La impactación de un
cálculo biliar en el conducto cístico puede llevar a una vesícula palpable (hidrops
vesicular). La palpación de una vesícula que no duele en un paciente
ictérico mayor de 50 años hace plantear el diagnóstico de un cáncer que
obstruye el colédoco o la ampolla de Vater (signo de Courvoisier). Una
masa dura en relación al borde hepático puede tener relación con un tumor
canceroso de la vesícula o del hígado.
Bazo.
Solamente el polo inferior es palpable. Se examina con
la mano derecha, estando el paciente en decúbito supino y el examinador a su
derecha. Normalmente, en los adultos no se logra palpar, aunque existen
excepciones. Si es palpable, significa que está aumentado de volumen en la
mayoría de los casos. Crece hacia abajo y adelante. Los dedos de la mano que
examina se dirigen hacia el hipocondrio izquierdo, y van al encuentro del polo
inferior del bazo mientras el paciente efectúa una inspiración profunda por la
boca. Conviene no partir muy cerca del borde costal ya que un bazo grande
podría escaparse. Algunas personas prefieren además apoyar la mano izquierda
bajo la parrilla costal y presionar hacia adelante tratando de hacer el bazo
más prominente.
Se debe identificar el tamaño y la consistencia del
bazo. Cuando está crecido como respuesta a una infección (p.ej.: fiebre
tifoídea, endocarditis bacteriana) es de consistencia blanda. En procesos
infiltrativos como en un linfoma, la consistencia es mayor. En ocasiones alcanza
un gran tamaño (p.ej.: leucemia mieloide crónica). Una causa frecuente de
esplenomegalia es por hipertensión portal en el curso de una cirrosis hepática.
Las hemólisis crónicas también dan esplenomegalia.
Otra posición usada para palpar el polo inferior del
bazo es un decúbito lateral derecho, con las piernas semiflectadas de modo de
relajar la musculatura abdominal. El examinador se coloca detrás del paciente
para palpar el hipocondrio izquierdo con sus dedos en garra (posición de
Schuster).
Riñones.
Generalmente no son palpables. Se ubican en la parte
más posterior del abdomen, retroperitoneal. En su parte superior quedan
protegidos por las costillas flotantes. El derecho es un poco más bajo que el
izquierdo y su polo inferior tiene más posibilidades de ser palpable. Existen
alteraciones renales en las que están más grandes y se logran palpar con más
facilidad: hidronefrosis, riñón poliquístico, tumor renal. Una ptosis renal
también facilita lo mismo.
Cuando se palpa con las dos manos, una por delante y
otra por atrás, ayuda a fundamentar que se trata de un riñón si se percibe contacto
lumbar, o sea, el empuje que se ejerce desde atrás se transmite hacia
adelante.
Para palpar el riñón derecho estando el paciente en
decúbito supino y el examinador en el lado derecho, se coloca la mano izquierda
a nivel de la región lumbar, inmediatamente por debajo de las costillas, y la
derecha, sobre el flanco, lateral al borde del músculo recto abdominal. Se
ejerce presión logrando un efecto de "sándwich". Una maniobra que
puede aumentar la posibilidad de palpar el polo inferior es pedir al paciente
que inspire profundo por la boca y en ese momento el examinador trata de
"atrapar" el riñón con sus manos, al descender; en la espiración
libera la presión y el riñón se debiera "escapar".
Para palpar el riñón izquierdo desde el lado derecho
del paciente, es necesario colocar la mano izquierda en la fosa lumbar
izquierda del paciente, quedando con posibilidad de empujar hacia adelante, y
con la mano derecha se palpa en el flanco. La otra forma es ubicándose el
examinador en el lado izquierdo del paciente para examinar en forma parecida a
lo que se hizo con el riñón derecho. En este caso, la mano derecha del
examinador se ubica en la fosa lumbar y la izquierda palpa por el flanco.