Cabeza
La cabeza y
el cuello pueden examinarse con el paciente sentado o acostado; lo primero
resulta mejor. Es esencial una buena luz, de preferencia la clara del día, ya
que la ictericia queda enmascarada por la luz artificial. Hay que exponer
completamente cuello y hombros. El examinador pasa de delante atrás del
paciente para facilitar la inspección y palpación.
Piel
Lesiones manifiestas
pueden pasar inadvertidas a menos que el examinador deliberadamente observe
cada centímetro de cara, cuello, oídos y detrás de los pabellones. Obsérvense particularmente
las manchas de cualquier tipo, las cicatrices de quemaduras o intervenciones quirúrgicas
previas y la piel telangiectasica producida por radioterapia. Recuérdese que la
piel curtida por la intemperie es campo fértil para el desarrollo del cáncer.
Cuero cabelludo y pelo
Deben registrarse
la cantidad, textura y distribución del pelo en cabeza y cara. No es necesario
inspeccionar minuciosamente la piel del cráneo, pero puede apreciarse a nivel
de la implantación de los pelos y separando estos durante la palpación. Hay que
palpar sistemáticamente el cráneo y cuero cabelludo con el pulpejo de los dedos
de ambas manos aplicados sobre toda la bóveda craneal. Pregúntese al paciente
si tiene algunas pequeñas masas nódulos o cicatrices en su cuero cabelludo.
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